[Za-bèt-te] Con un término que se remonta al antiguo croata, hoy en Milán se define así a la cotilla (o al cotillo), quien pasa su tiempo entre charlas, hablando y murmurando.

Como pequeños cotilleos, sutiles vanidades, susurros al filo de la lengua, los anillos de MIMI pueden superponerse unos a otros, tejer breves conversaciones entre los dedos, entrelazarse con la vida cotidiana y convertir en especial incluso el día más común, porque, como decía Oscar Wilde, solo hay una cosa peor que ser víctima del cotilleo: no serlo.

Un abrazo de colores, todos para coleccionar.